A lo largo de la semana dedicamos un ratito cada día para
abordar un aspecto diferente y registramos toda esa información obtenida en un
libro muy especial.
Los maestros de Educación Infantil solemos llevarla a cabo
para que nuestros alumnos se observen y observen a otros, y así, desde esta
experiencia, se aproximen a un mejor conocimiento interpersonal. Creemos que esta
actividad contribuye a que los niños tengan una imagen ajustada y positiva de
sí mismos, se sientan valorados, aceptados y queridos, desarrollando así su
autoestima, al igual que contribuye a favorecer la interiorización y vivenciación
de nuestras diferencias y aprenden a respetarlas.
El desarrollo de la misma, permite mostrar abiertamente que
TODOS somos diferentes desde diversos aspectos: sociales (procedencia
geográfica, cultural, nivel
socioeconómico, rol social,…), personales (en cuanto a nuestro aspecto físico,
herencia, sexo,…) o psicológicos (conocimientos previos, estilos de
aprendizaje, capacidades, maneras de comunicarnos, ritmos de trabajo, atención,
motivación, intereses, relaciones afectivas,…)
Y nos permite reforzar – además de la expresión y la comunicación-
las habilidades sociales de nuestros alumnos, favoreciendo que podamos abordar
aspectos como: la afirmación y aceptación personal, la expresión de sentimientos,
la empatía, la valoración positiva del otro, la resolución de problemas, el
autocontrol, la relación con otros,…
El fundamento de esta experiencia se basa en la necesidad de
atender a nuestros alumnos, de tratar a cada uno de ellos, de manera
personalizada y especial, de respetar sus intereses reales y hacer posible que
los aprendizajes sean significativos y funcionales, de implicar a las familias
con la escuela, de mejorar las habilidades prosociales y favorecer la
comunicación a través de una estructura sistemática de actividades de expresión
oral.
(Fuente imágen: Revista Maestra de Infantil)
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